24 sept 2013

La bruja de La Casa de las Cadenas



¡Riiiiing!
Después de salir del colegio, todos los niños fueron a la plaza para jugar a fútbol, como venía siendo ya una costumbre. Lo que no se esperaban era que apareciese una niña preguntándoles que si podía jugar con ellos.
Hubo algunos murmullos y cuchicheos, pero al final aceptaron y metieron a la niña en su equipo. Total, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué perdieran? ¿Y si ella jugaba bien a fútbol?
Nada más lejos de la realidad. En cuanto que Gema tuvo el balón en sus pies, ésta tiró un disparo enorme, haciendo que volara por los aires y rompiera la ventana de La Casa de las Cadenas.
Los niños se quedaron de piedra. Uno hasta empezó a temblar de miedo. ¿Qué se había pensado esa niña lanzando la pelota a esa casa? ¿Y si la bruja los mataba?
-¿Pero qué has hecho? –le gritaron todos a la vez.
-Pues darle una patada – contestó simplemente Gema, pero al ver la cara de enfadados, carraspeó y dijo: -bueno, iré en busca de la pelota y os la traeré de vuelta, ¿vale?
En ese momento todos los niños se quedaron estupefactos. ¿Es que acaso no sabía lo de la bruja? Así pues, Carlos decidió contárselo:
-Una vez, otro chico coló la pelota por la ventana. De la casa se empezaron a oír gritos y piedras que salían del tobogán. Nadie ha conseguido nunca entrar y recuperar la pelota.
-¡Yo lo haré! –contestó la niña, entrando por la puerta oscura. Al pasar, llegó a una gran entrada con unas escaleras enormes en forma de caracol, decoradas con una alfombra roja. Subió medio a oscuras y muy despacio, sin hacer ruido. Justo cuando pisó el último escalón, la luz se encendió, dejando al descubierto unas caras de monstruos disecados en la pared, haciendo que la niña pegara un gritito del susto.
Como la bruja no aparecía, Gema continuó su aventura por la casa. Después de recorrer un largo y estrecho pasillo con un montón de cuadros extraños que parecían estar mirándola con los ojos, llegó a una puerta, de la cual salía un rayo de luz. Decidió entrar, y… ¡Allí estaba la bruja!
Gema la observó detenidamente: era una vieja feísima, con una nariz retorcida y un vestido viejo que le llegaba hasta la punta de sus tacones. Al parecer, estaba removiendo algo en una gran olla de la que salía humo verde y olía fatal.
La niña vio unas escaleras que la llevaban hasta el techo, y sin pensárselo demasiado, corrió y subió por ellas. Otra puerta con luz. ¿Qué habría allí?
-¡Miles de pelotas! –exclamó Gema, impresionada. Entró corriendo y cogió un gran saco para guardar todas las que cogieran. Después, salió corriendo de la habitación.
-¡GRRRRR!
-Oh, oh… -Gema pegó un chillido al ver a la bruja esperándola con una sonrisa malvada y varios monstruos. Salió corriendo, sin importarle lo que pesara el saco.
Un zombie y una momia la perseguían. La niña corría y corría, asustada. ¿Cómo iba a salir de allí? ¡La trampilla estaba cerrada!
De pronto, Gema vio un especie de agujero en la pared, y lanzó el saco de los balones por allí. Como no había tiempo, ella también se tiró. ¡Era un tobogán!
-¡Aaaaaah! –gritaba, porque el camino parecía no acabar nunca, y encima, estaba oscuro.
-Eh, ¡mirad! –gritó un niño al oír ruido.
Y el saco cayó.
-¡Los balones!
-¡Hola! –dijo Gema cuando aterrizó en el suelo de un golpetazo.
-¡Lo has conseguido! –gritaron todos, alegrándose por haber recuperado las pelotas. –Y aquí hay más. ¡Son todos los balones que la bruja tenía guardados durante todo este tiempo!
Entonces, todos los niños abrazaron a Gema, dándole las gracias y diciéndole que había sido muy valiente.


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