El II Campus de Cine Miguel Picazo se celebró en Cazorla con notable éxito de alumnos interesados por el mundo cinematográfico. La alfombra roja reunió a cineastas profesionales como Gracia Querejeta, Pablo Berger y Manuel Martín Cuenca, quienes impartieron talleres de interpretación ante la cámara, guión y dirección escénica, respectivamente.
Así pues, todos los alumnos teníamos el mismo fin: absorber, como esponjas, los conocimientos de estos directores para llevar a cabo nuestras ideas. Durante horas de trabajo compartíamos experiencias, dudas, risas... e intercambiábamos ideas y puntos de vista, así como consejos, críticas constructivas y confianza y, es que, entre tantas horas escribiendo y entre toma y toma grabando escenas, la cabeza nos jugaba malas pasadas de vez en cuando, dándonos la risa, desconcentrándonos por un segundo o por cualquier pequeño ruido, algo por lo que teníamos que volver a grabar la escena completa de nuevo o reescribir lo que parecía que estaba bien, y no era así. Y la confianza, en estos casos, fue esencial para continuar con nuestro trabajo.
Confianza y respeto que nos ofrecieron todos y cada uno de los cineastas. Muchos alumnos, en el taller de Pablo Berger (escribir en imágenes), salían ilusionados, motivados por lo que acababan de crear gracias al director. "He aprendido más en estos cuatro días que en toda mi carrera", decía un joven, eufórico.
Gracia Querejeta con alumnos de Interpretación ante la cámara
"¡Acción!", ordenaba la directora de Siete mesas de billar francés, mirando, atenta, nuestras interpretaciones por la pantalla. A cada alumno y alumna nos asignó un personaje que, curiosamente, se acercaba mucho a como éramos realmente. O fuimos nosotros los que lo hicimos cercano. Historias cómicas, dramáticas, situaciones de la vida cotidiana llevadas al humor, bebidas que había que rellenar porque el texto no salía, campanas que sonaban en los momentos más inoportunos, anécdotas, nervios, consejos, reflexiones sobre cortometrajes, ideas... y seguridad. Seguridad que tiene Querejeta sobre sí misma y que transmite a cada alumno, dotándole de confianza y, como resultado, de una escena bien hecha. No sé cómo lo hará, pero a todos nos sacó una parte oculta que desconocíamos tener.
Un personaje detrás del otro, una historia totalmente diferente a la anterior, estudiar nuevo guión para el día siguiente, improvisaciones... "No sé ni cómo me llamo", bromeaba una alumna del curso. "¿Te imaginas rodar una escena en este sitio?", "éste tiene cara de malo. El año que viene lo cogemos como actor para un corto", "seguro que saldría un corto de terror"... eran algunos de los comentarios de los alumnos, imaginando múltiples situaciones para rodar e interpretar un cortometraje, y es que, la ilusión que nos trae estar dentro del Campus de Cine Miguel Picazo es enorme, por lo que pensamos en nuevas ideas para llevar a cabo de cara al próximo año.
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